Adentrándose
Aquellos días no se irán. Siguen vivos en una memoria cercana que nos hace viajar al pasado, que nos refresca el presente, y que nos anima a proyectar futuros donde el porvenir incluya los presagios de lo transcurrido.
Esta historia es la de un grupo de amigos que va dejando huellas de sus momentos compartidos. Pero a la vez, va sufriendo las cicatrices por el escenario donde el destino los hace brindar en medio de un naufragio existencial.
Esa etapa de nuestras vidas sucedió en un tiempo cada vez más distante, aunque cada vez más precioso. No fue así por el contexto en el que se vivía, pero sí por la manera en la que nosotros habíamos decidido vivirlo.
Éramos amigos de la escuela, de la universidad, del barrio. Con un promedio de veinticinco años de edad en un triste escenario argentino. Pero luego se nos fueron sumando otros personajes que duplicaban nuestra juventud. Porque nunca hubo requisitos para hacer amistad.
Mi casa ofrecía ciertas libertades. Porque en mi pequeño jardín podíamos reunirnos para charlar largamente, compartir momentos y generar lo que hoy decido revivir por un encanto que tiene muchos nombres. Podría ser en honor al recuerdo, a la amistad, y a una época de nuestros corazones donde quizá hayamos forjado mucho de lo que ahora, repartidos por el mundo, todavía somos.
MMX
Zagreb, Gubbio, Madrid
Tin bojanic
